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Este CD Antología de Guitarra Portuguesa de ediciones Sevenmuses es un trabajo muy representativo que incluye a muchos de los grandes intérpretes de este instrumento, especialmente de las generaciones que se destacaron durante el siglo XX. Esta obra demuestra claramente la magistral ejecución con la que estos grandes nombres se convirtieron en sinónimo del propio instrumento, constituyendo una referencia para todas las generaciones que siguieron. La primera parte de este álbum está dedicada a Lisboa y la segunda a Coimbra, ejemplificando así las diferentes escuelas, la forma de tocar así como el repertorio distinto que se reparte en su mayoría entre estas dos ciudades.
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Es cierto que la guitarra portuguesa está intrínsecamente ligada al fado, pero es un instrumento solista de concierto que puede interpretar un vasto repertorio más allá del fado, y tiene un gran potencial debido a su sonido único. Un buen ejemplo es Carlos Paredes, que creó su propio repertorio para este instrumento basándose en gran medida en la escuela de Coimbra, hijo de Artur Paredes, quien tuvo un papel importante en el diseño de la guitarra de Coimbra en estrecha colaboración con la familia de constructores Grácio. Guitarristas como António Portugal o Jorge Tuna también son grandes referentes en la escena guitarrística de Coimbra.
La lengua de Lisboa es más cercana al fado, muchas de las variaciones se basan en fados en tonalidad mayor o menor, muchas veces con melodías improvisadas, otras utilizando la melodía de la voz – lo que sucede mucho en las rapsodias. Armandinho, Jaime Santos, Francisco Carvalhinho, Fontes Rocha, José Nunes o Raúl Nery son nombres inevitables de la escuela de Lisboa, algunos de los cuales tuvieron sus propios grupos de guitarra y otros formaron parte de grandes tríos, cuartetos o quintetos.
Es importante mencionar la igual maestría en el acompañamiento a la viola o a la guitarra clásica, siendo un excelente ejemplo Martinho d’Assunção quien además de acompañar a muchos de estos maestros de la guitarra, también acompañó a la mayoría de las grandes voces del fado de su tiempo. Joel Pina, quien fue su alumno, es el símbolo máximo del acompañamiento al bajo.
En cuanto a Coimbra, Fernando Alvim fue el gran compañero de Carlos Paredes en la guitarra, fue el único que pudo adivinar y seguir lo que Paredes iba a hacer a continuación.
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